Hace más de un año y medio pasé por esta calle polvosa. Ese día caluroso de marzo regresaba del río Sumpul y no me quedó tiempo para visitar Guarjila. El domingo 17 de octubre regresé a esa zona y me encontré con el mismo calor del verano, con las mismas casas enclavadas en los agrestes cerros chalatecos y con las mismas ganas de conocer un poco de su historia. A esta comunidad le dieron vida las personas que llegaron desde Mesa Grande, Honduras, en 1987. Su nacimiento y crecimiento estuvo marcado por el dolor -la guerra-, pero también por la esperanza que ellos siguen atribuyendo a un líder omnipresente: el jesuita Jon Cortina.
Cortina murió un 12 de diciembre de 2005, pero en Guarjila parece estar más vivo que nunca. Su nombre aquí en una pared, cerca del principal redondel del cantón; su rostro pintado allá en la improvisada iglesia, atrás del parque. Una casa museo para honrar su memoria, unas camisetas negras con su silueta, un libro. El jesuita es, además, motivo de orgullo y conversación tanto para quienes le conocieron como para quienes solo escucharon sobre la grandeza de su vida. "Para nosotros era como un padre", dice Francisca Cruz, una de las personas que repobló ese lugar durante los días tristes del conflicto armado. "Dicen que era muy buena persona, hizo muchos proyectos para la comunidad", apunta Catalina Ávalos, quien recién comienza sus estudios en idioma inglés en una universidad privada.
Lo de Guarjila y Cortina parece uno de esos matrimonios que resiste el paso del tiempo. Están enlazados, amalgamados, unidos por aquella teología que hablaba de la opción preferencial por los pobres y que metió en problemas con el status quo a religiosos como el sacerdote Rutilio Grande y monseñor Oscar Arnulfo Romero. Cortina les admiraba. En la casa museo dicen que el jesuita tenía un tesoro, una caja de madera, en la que guardaba algo que ni sus mejores amigos sabían de qué se trataba. Tras su muerte, en aquella pequeña casa de tres cuartos, plantada al lado de un maltrecho camino y que tiene una espléndida vista panóramica al cielo azul y los cerros, encontraron una estola que usaba Rutilio Grande. El tesoro de Jon Cortina es, ahora, el tesoro de Guarjila...
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