Friday, October 29, 2010

Un día frío y gris en Atitlán

Sábado 23 de octubre. El bus llegó a la cima de una de las montañas que bordea el lago Atitlán a la media tarde. Hacía frío y el cielo gris parecía confundirse con las aguas que descansaban al fondo, en un valle, como una lámina de acero fundida. El bus de la empresa Transportes Rebulí siguió descendiendo sobre una calle asfaltada y angosta que serpenteaba entre derrumbes y una exuberante vegetación. Unos 30 minutos después llegó a Panajachel, un pintoresco pueblo de Guatemala. Hostales a uno y otro lado de la calle principal, ventas de artesanías y muchas mototaxis eran la estampa inicial.
A unos 200 metros de la entrada principal estaba un desvío, una calle empedrada que terminaba en una acera pavimentada. Habían más venta de artesanías, de hamacas, de pelotas, de camisas con mensajes joviales: "Todos los días me levanto guapo, pero hoy exageré. Guatemala". Caminé hacia un pequeño embarcadero, y aquellas aguas que en la distancia se divisaban grises, en la cercanía tenían un tono azul verdoso. El cielo seguía nublado.

La aventura había comenzado a las once de la mañana. Una amiga guatemalteca me recomendó que llegara temprano a la terminal -en la calle 21 de la zona uno- para asegurar un asiento porque era posible que muchos lugareños regresaran de la capital a la ciudad de Solalá. Imaginé la terminal como un predio con muchos buses, con vendedores ambulantes y mucha gente esperando la salida del bus; sin embargo, me encontré con un pequeño predio en el que estaban tres buses estacionados, al lado de un portón negro estaba un guardia de seguridad privada moreno y sonriente. Yo era el único pasajero.
A medida que el bus se adentraba al interior guatemalteco se fueron subiendo más y más pasajeros, en su mayoría, vestidos con ropa autóctona. La joven que se sentó a mi lado era morena, cabello liso, unos profundos ojos negros y comía jocotes. También viajaba a Panajachel y, con su familia, llevaba unos enormes bultos afianzados en la parrilla del bus. Fueron tres horas de viaje y faltaba poco para que el sol se perdiera en el horizonte.
Esa noche, la llamada de la cama pudo más que la llamada de la discoteca. Fue hasta el siguiente día que abordé una lancha, "Torbellino", rumbo a San Pedro de La Laguna. Un pueblo pequeño con mucha identidad: se habla español, se habla Tz´utujil. Me sorprendió la comodidad del hospedaje, 20 quetzales por noche, en habitación sencilla (2.50 dólares). Más venta de artesanías, más discotecas, más bares y más parajes para admirar el lago. En el pequeño poblado, rodeado de cafetales, se levanta una iglesia cuya atalaya se divisa desde la lejanía. Pese al nombre católico del municipio, la principal edificación religiosa es una iglesia bautista. Esa noche unos nubarrones negros ocultaron la luna y, al siguiente día, lloviznó. Sin embargo, el gris del lago y el cielo no opacaban la belleza del paisaje...


Thursday, October 21, 2010

Asì iniciò el juicio de los diputados del PARLACEN...

8:35 AM. El centenar de policías está apostado a la entrada, cerca del detector de metales. Unos vestidos de azul, otros de negro. Adentro, en ese edificio de torre de tribunales, en Guatemala, está una celda de metal, con barillas que forman pequeños rombos y, al frente, una vidriera. Adentro están nueve personas procesadas por el crimen de tres diputados salvadoreños del Parlamento Centroamericano (PARLACEN) y su motorista. 

9:02 AM. La voz pierde su dulzura cuando otea en los términos jurídicos. "Damos inicio a la presente audiencia". La sala cuadrada, a media iluminación, está llena. Minutos después me enteré que son peritos y testigos. El tribunal les asigna el día en que rendirán su declaración. Todos se retiran. La sala quedó un poco vacía. El calendario de declaraciones està listo hasta el cuatro de noviembre.

9:40 AM. El ex diputado Manuel Castillo, acusado de ser el autor intelectual de los crímenes, es llamado a declarar. Se declara inocente y acusa a una estructura delictiva enquistada en la Policìa Nacional Civil y el Ministerio de Gobernaciòn de Guatemala. La Fiscalía retoma un aburrido interrogatorio que se interrumpió con risas hasta la media tarde:
-¿En qué vehículo se conduce ahora?, pregunta el fiscal Edwin Marroquín.
El dueño de una camioneta Toyota, el mismo al que los medios de comunicación vinculaban con una lujosa Hummer que perteneció al cantante Luis Miguel, y que tiene dos propiedades en Jutiapa responde sereno:
-En una patrulla de la policía.
Todos ríen. La juez reprende al público. A las tres de la tarde, los interrogatorios aburridos regresan a la sala. Antes de salir de la sala, Castillo Medrano se sentò en uno de los asientos del pùblico y una pregunta sobre el diputado Horacio Rìos parece molestarle...
-¿Conoce al diputado Rìos?
-Usted pregunta como el Ministerio Pùblico...

Wednesday, October 20, 2010

"Manolillo" no existe

Me lo dijo en Guatemala una periodista de Prensa Libre. Primero fue como una aclaración, luego como un comentario sarcástico por la reiteración del error en varios medios de comunicación de El Salvador. "Manolillo" no es igual que "Manolito". Para bien o para mal, la prensa local siguió llamando "Manolillo" al ex diputado independiente Manuel Castillo Medrano, un alias que -no acorde con la realidad- sonaba extraño para los periodistas del vecino país.
La primera vez que ví a Castillo Medrano habían varias grabadoras y cámaras acechándolo. Fue en agosto del 2007, a la salida del Parlamento guatemalteco, cuando él reiteraba su compromiso en la lucha contra la corrupción -recién había votado a favor de la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG)-, pero los periodistas estaban más interesados en preguntarle por qué llamó telefónicamente a un policía, Jeiner Ercides Barillas, procesado por el crimen de tres diputados salvadoreños del Parlamento Centroamericano (PARLACEN) y su motorista.
La segunda vez que ví a Castillo Medrano ya no era diputado, pero las cámaras y las grabadoras seguían acechándolo. Fue en agosto del 2008. Estaba esposado, con un casco negro, un chaleco antibalas y rodeado de policías. Un fiscal guatemalteco lo acusaba de ser el autor intelectual del asesinato de Eduardo D'Aubuisson, William Pichinte y Ramón González, legisladores regionales por el partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).

Mañana veré a Castillo Medrano por tercera vez. El hombre que intentó crear un banco, que formó su propio movimiento político para ganar una alcaldía y que, entre sus lujos, hasta le compró un vehículo al cantante Luis Miguel será enjuiciado por asesinato y, de nuevo, habrá varias grabadoras y cámaras acechándolo. Mañana, es casi seguro, que aquella periodista que vive en un apartamento de la zona dos me recordará que "Manolillo" no es "Manolito"...


Tuesday, October 19, 2010

Guarjila sin Jon Cortina

Hace más de un año y medio pasé por esta calle polvosa. Ese día caluroso de marzo regresaba del río Sumpul y no me quedó tiempo para visitar Guarjila. El domingo 17 de octubre regresé a esa zona y me encontré con el mismo calor del verano, con las mismas casas enclavadas en los agrestes cerros chalatecos y con las mismas ganas de conocer un poco de su historia. A esta comunidad le dieron vida las personas que llegaron desde Mesa Grande, Honduras, en 1987. Su nacimiento y crecimiento estuvo marcado por el dolor -la guerra-, pero también por la esperanza que ellos siguen atribuyendo a un líder omnipresente: el jesuita Jon Cortina.
Cortina murió un 12 de diciembre de 2005, pero en Guarjila parece estar más vivo que nunca. Su nombre aquí en una pared, cerca del principal redondel del cantón; su rostro pintado allá en la improvisada iglesia, atrás del parque. Una casa museo para honrar su memoria, unas camisetas negras con su silueta, un libro. El jesuita es, además, motivo de orgullo y conversación tanto para quienes le conocieron como para quienes solo escucharon sobre la grandeza de su vida. "Para nosotros era como un padre", dice Francisca Cruz, una de las personas que repobló ese lugar durante los días tristes del conflicto armado. "Dicen que era muy buena persona, hizo muchos proyectos para la comunidad", apunta Catalina Ávalos, quien recién comienza sus estudios en idioma inglés en una universidad privada.
Lo de Guarjila y Cortina parece uno de esos matrimonios que resiste el paso del tiempo. Están enlazados, amalgamados, unidos por aquella teología que hablaba de la opción preferencial por los pobres y que metió en problemas con el status quo a religiosos como el sacerdote Rutilio Grande y monseñor Oscar Arnulfo Romero. Cortina les admiraba. En la casa museo dicen que el jesuita tenía un tesoro, una caja de madera, en la que guardaba algo que ni sus mejores amigos sabían de qué se trataba. Tras su muerte, en aquella pequeña casa de tres cuartos, plantada al lado de un maltrecho camino y que tiene una espléndida vista panóramica al cielo azul y los cerros, encontraron una estola que usaba Rutilio Grande. El tesoro de Jon Cortina es, ahora, el tesoro de Guarjila...



Friday, October 08, 2010

Dulzura salvadoreña

Sí, sí, lo confieso. Sentí un extraño rubor, una culpabilidad de desconocer lo propio. Escuché esta canción en la radio alguna vez, pero desconocía que eran artistas salvadoreños. Fue hasta ayer por la noche, cuando sentado en el anfiteatro de la ex feria internacional, sentí esas dos sensaciones antagónicas: culpa y orgullo. Culpa por desconocer el talento musical que hay en mi país, orgullo porque en esta minucia planetaria hay talento. Se hacen llamar XDFive Ft Rex & Dj Emsy. No han tenido una gran cobertura mediática, ni realy show como otros, pero estoy seguro que su ingenio les hará llegar lejos, aún sin el apoyo de los grandes medios de comunicación.

Thursday, October 07, 2010

Sin cabeza y sin ritmo

Mi amiga ecuatoriana me vendió muy bien el dulce de la curiosidad: una crónica, aderezada de ensayo y apuntes autobiográficos que retratan el cenit de la violencia del narcotráfico, en México. Sicarios aquí, cocaína allá. Corrupción tan surrealista como la brujería. Decapitados, impunidad. ¿Cómo resistir a una lectura que promete escudriñar desde diferentes aristas el gesto supremo de la atrocidad?.
Quizás, por eso, pensé que "El hombre sin cabeza" era un libro para leer sin descansos, de esos que te atrapan desde la primera hasta la última línea. Y aunque Sergio González Rodríguez logra algunas buenas pinceladas para describir y alternar los paisajes mexicanos con el mundillo de los carteles de la droga, creo que al texto le falta ritmo, orden y personajes para dirigir la mirada.
La contraportada -y mi amiga- reivindican la obra como una pieza periodística. Lamento, de nuevo, estimada Gaby, decir que al escrito le falta una pizca del condimento de este oficio: el rigor de las fuentes. ¿Acaso se necesita de una fuente anónima para decir que el problema se resuelve con el cumplimiento de la ley?. Yo creo que no... ¿o estoy perdiendo la cabeza?.