Luego de concluir su jornada de trabajo, entre las 5:30 y 6:00 de la tarde del lunes pasado, la directora y dos profesores del centro escolar El Ángel, en la zona rural de San Juan Opico, fueron privados de libertad y, minutos después, asesinados por disparos de un arma nueve milímetros en una quebrada de la hacienda Talcualhuya.
"Por el tipo de terreno, que es un río seco, está siendo un poco difícil la ubicación de la evidencia. Se está usando un detector de metales, por el momento, se han encontrado cinco casquillos", confirmó la fiscal Guadalupe de Chavarría. Junto a esa evidencia, entre las piedras y bajo la sombra de unos árboles, estaban tendidos boca abajo los cadáveres de Felipa Audelia Barillas Ayala de Murcia, de 45 años; su hermana Marlene del Carmen Barillas de Quijada, de 38; y Tomás Antonio Gómez Baldizón, de 40.
Felipa Audelia era, desde hace más de una década, la directora del centro escolar. Tan amigable como rígida, dicen los alumnos. Según una ordenanza municipal que reguló la comercialización de bebidas alcohólicas en San Pablo Tacachico, publicada en un Diario Oficial del 2005, también fue segunda regidora municipal por el partido ARENA. El lunes por la tarde dictó su última lección: "La profe que nos da lenguaje no llegó, así que ella nos dio la clase", dijo Nelson, un estudiante de séptimo grado.
Ella y su hermana Marlene del Carmen acostubraban a viajar en el vehículo sedán verde, propiedad de Tomás Antonio, el profesor de inglés e informática. "Como a las seis yo me fui al puente a esperar un amigo, entonces, pasó el carrito, pero no ví a nadie porque era vidrios polarizados. Martín venía como a 200 metros y él sí vio cuando cruzó hacia el potrero", relata William, alumno de octavo grado.
Desde el centro escolar El Ángel, rodeado de casas humildes, hay unos 400 metros hasta la carretera asfaltada que conduce a San Pablo Tacachico, el municipio de residencia de las tres víctimas. Pero lejos de regresar a sus casas, el vehículo se desvió hacia otro maltrecho camino, cruzó una planicie semidesértica que en algún tiempo fue cañal, se estacionó cerca de una hondonada y recorrieron a pie 300 metros más. "Creemos que fueron persuadidos u obligados a caminar hasta la zona (la quebrada)", dijo el comisionado Jaime Granados Umaña, jefe de la zona central de la Policía.
La búsqueda
Preocupados por la llegada del anocher y por la falta de noticias de los maestros, los familiares denunciaron a la Policía la desaparición, entre las 6:00 y las 6:30 de la tarde. Casi dos horas más tarde, los indicios ya apuntaban a que las víctimas estaban en algún lugar de las 2 mil 452 manzanas que conformaban la hacienda. "Como a las 8:30 encendí la luz de la calle porque pasaban y pasaban los carros, entonces me di cuenta que era la Policía la que andaba buscando aquí y en la otra entrada del caserío Las Arenas", recuerda una vendedora, quien pidió no ser identificada.