Wednesday, May 12, 2010

Miramundo mira la violencia (...y calla)

El pasaje E de la lotificación Miramundo, en Apopa, es un empinado y maltrecho callejón donde está una humilde casa de ladrillos y láminas, lugar donde el martes por la noche se cometió la séptima masacre del 2010: cuatro mujeres -dos adultas y dos menores de edad- fueron asesinadas.
Los cadáveres de Laura Argueta, de 40 años; de Marisol y Kely, de 14 y 13 años, -hijas de Laura-; y de Fátima González, estaban sobre dos camas. En el cuarto habían cuatro casquillos de un arma calibre 9 milímetros y una niña de dos años que sobrevivió y pasó 10 horas junto a su fallecida madre.
Apopa es uno de los 20 municipios más violentos de El Salvador. Una ciudad de contraste entre la pobreza y el aparente desarrollo. La lotificación Miramundo es un laberinto de calles, unas adoquinas y agrietadas, otras polvosas y maltrechas como retratando la penuria. Por paradoja, el puñado de casas está cerca del principal símbolo comercial de la ciudad: Pericentro Apopa, donde hay vitrinas, donde hay tiendas, donde está una gasolinera y una carretera de cuatro carriles que no da abasto para el tráfico.
A la lotificación Miramundo no llega el bullicio de la ciudad. No hay grafitis, pero la zona es controlada por una pandilla. Es, quizás, por esa razón que sus pobladores evitan referirse al crimen. "Anoche no estuve aquí", responde un hombre de piel blanca, quien vive tres casas arriba del lugar donde fueron asesinadas las cuatro mujeres, en ese maltrecho y empinado callejón de Apopa.

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