Wednesday, November 02, 2011

Daniel en el pozo de las letras

Antes de tener una antología de Rodolfo Walsh en mis manos solo sabía dos cosas sobre este escritor argentino:  que Operación Masacre es una novela de no ficción que, pese a su rigor periodístico, no desató la fiebre por el nuevo periodismo como sí lo hizo A Sangre Fría, de Capote... ¡Nueve años después! También sabía que él era como un genio cuya luz colisionaba con la de otro genio: Borges.
Después de seguir las andanzas del comisario Jiménez y del lúcido Daniel Hernández debo decir que sus cuentos policiales tienen una trama exquisita, a mi gusto, mejor que otros relatos que gozan de más reputación en ese género de misterio. Quizás el placer de Los Oficios Terrestres, por ejemplo, está en la simpleza de sus temas. Parafraseando a Walsh: "Viendo, de todas maneras, pasar a mi lado a la gente, las mil cosas absurdas que suceden a cada rato en la calle, o divertidas en la casa, y  también fatigosas en cualquier parte, viendo y pensando, eso, eso es lo que había que contar..."
Por tragedia, la obra de Walsh es inexistente en las librerías salvadoreñas. No hay nada. Ni los Oficios Terrestres, ni Variaciones en Rojo, ni la Antología de Cuentos Policiales. Nada.
Afortunadamente, un día, mientras deambulaba por una librería en Guatemala encontré un libro que recopilaba parte de su obra. Entre esos relatos me permito citar De divinatione, que me parece un texto sencillamente genial. 
"(...) En 1572 el nuevo imperio se derrumbó. El último inca Tupac Amarú, entró encadenado en Cuzco. La suya fue la postrera gran ejecución de la conquista. Cuatrocientos indios cañaris lo escoltaron hasta la Plaza Mayor donde se le permitió ver el descuartizamiento de su esposa. Después que el inca fue debidamente confesado y abjuró de sus culpas, su cabeza fue puesta en el tajo. A último momento alzó los ojos para mirar a su ejecutor. Era un indio Cañari. La espada brilló, la cabeza rodó, y allí terminó el odio".