Sunday, June 27, 2010

El último zarpazo de las pandillas

Cuatro fueron los pandilleros que abordaron el microbús de la ruta 47, casi a las 7:30 de la noche de aquel domingo 20 de junio. Uno llevaba combustible en unos envases como de jugo, los otros tres iban armados con una escopeta Maverick, calibre 12; una pistola y un revólver Smith & Wesson.
La Fiscalía reveló ayer el nombre de dos de los cuatro individuos que desviaron la unidad MB 1989 hacia la calle Roma, en Mejicanos: Juan Antonio Borja Alvarado y Wilber G., un menor de 16 años. Los otros dos no han sido identificados y el jefe fiscal contra el crimen organizado, Rodolfo Delgado, se limitó a señalar que uno de ellos era el líder de una pandilla. Es prófugo.
Cuando el microbús paró cerca de una tienda sin nombre, en la colonia Polanco, los tres pandilleros armados dispararon contra el cobrador Juan Alberto Erazo y el motorista Juan Mercedes Martínez. Luego intimidaron con sus armas a una treintena de pasajeros, mientras que el líder prófugo roció de combustible el interior de la unidad.
Y cerró la puerta. Y quiso encender un fósforo, pero no pudo. Fue hasta el segundo intento que las llamas y el humo comenzaron a extenderse, lo que terminó con la vida de 14 personas. “Algunos logran salir prendidos en llamas, el resto de las personas quedan atrapadas en la parte posterior y en el frente del microbús”, relató Delgado. Ese domingo en la noche, 16 personas se salvaron de las llamas, pero en menos de una semana las graves quemaduras provocaron la muerte de otras dos víctimas.
Cuando las llamas consumían la unidad, dos pandilleros más –no identificados hasta el momento– salieron de un pasaje de la colonia Polanco y dispararon unas 14 veces contra el microbús.
Ellos usaron un arma de fuego Glock, calibre 40 milímetros; y una CZ, 9 milímetros. Luego huyeron hacia el lugar donde había iniciado la tragedia: la casa comunal de la colonia Jardín.
Al velorio de Óscar Armando Alvarado Ángel llegaron muchos pandilleros, uno de ellos Eduardo Enrique Rosales Mendoza. El sábado 19 de junio, mientras el ataúd estaba dentro de la casa comunal, a los jóvenes no les quedaba duda de que el crimen fue cometido por una pandilla rival y había que tomar venganza.
Rosales Mendoza y cuatro pandilleros más salieron de la casa comunal, se dirigieron hacia la zona donde están los columpios y acordaron atentar contra la ruta 47. El motivo, dice el fiscal Delgado, “aducen que en dicha ruta trabajan pandilleros o personas que tienen afinidad con pandilleros” rivales.
El líder prófugo se encargó de conseguir las tres armas y pocas horas después estaban haciendo una señal de alto al microbús M 1989. ¿Estaba planificado desde el principio quemar la unidad con todos los pasajeros?
Los fiscales responden que no. También descartan que alguno de los pasajeros se haya resistido al atraco: “Fue una decisión de segundos (no permitir la salida de los usuarios), fue adoptada en ese momento porque inicialmente se hablaba de interceptar un microbús y posteriormente atentar contra la vida del motorista y el cobrador”.
La Fiscalía aseguró que cuatro prófugos más participaron en la ejecución del hecho. Luego de incendiar y disparar contra el microbús repleto de pasajeros, huyeron hacia la casa comunal para intentar ocultar las armas implicadas en el hecho.
Rosales Mendoza, quien estuvo en el velorio y en la planificación del crimen, recibió la Glock, 40 milímetros, y la CZ, 9 milímetros. Las otras tres armas se le entregaron a dos personas que “normalmente” colaboraban con el grupo delictivo: Georgina Emperatriz Barbero y su hijo Rafael Antonio García Barbero.
Habían salido de prisión el viernes 18 de junio. La Policía de Mejicanos los había capturado por agrupaciones ilícitas, pero pocas horas después Wilber G. y Juan Antonio Borja Alvarado ya estaban de nuevo en las andanzas de la criminalidad.
Ellos y Juan Enrique Rosales Mendoza son los únicos tres capturados por relación directa con la masacre. Los primeros dos ejecutaron el hecho, mientras que el otro participó en la reunión de planificación. Los otros dos capturados, a quienes el Juzgado de Paz de Mejicanos ya les confirmó la detención por la tenencia de la escopeta Maverick, calibre 40 milímetros, la pistola y el revólver Smith & Weson, se les reprochará el lunes complicidad en los homicidios.
“Ellos van a ser procesados por 16 homicidios consumados, 14 homicidios en grado de tentativa, por daños agravados en el microbús, agrupaciones ilícitas. He pedido que en este caso fundamentemos bien las agravantes para el homicidio agravado y estemos pidiendo la pena máxima”, dijo el fiscal general, Romeo Benjamín Barahona.
Según la aritmética fiscal, cinco pandilleros participaron en la planificación –solo Rosales Mendoza está detenido–; otros cuatro incendiaron el microbús –únicamente Wilber G. y Borja Alvarado están tras las rejas–; y dos más no identificados dispararon contra la unidad en llamas.
El menor Wilber G. enfrentó ayer una audiencia en el Juzgado Tercero de Menores de San Salvador. Él fue arrestado el 21 de junio a las 3 de la mañana en una casa de Cuscatancingo y ayer esa instancia judicial confirmó su internamiento provisional por 90 días.
Rosales Mendoza enfrentó una audiencia en el Juzgado de Paz de Cuscatancingo por resistencia y tenencia ilegal de armas. Los dos miembros de la familia Barbero también enfrentaron audiencia en Mejicanos. El lunes, a ellos los espera un juez especializado, por la masacre.

Thursday, June 24, 2010

Despedida dos días después

A decir verdad,
como lo dijo Dalton,
yo era el único súbdito que le quedaba a tu locura.

Friday, June 11, 2010

Contra los payasos impostores...

La historia comenzó en un autobus de la ruta 79 que recorre de Santa Tecla a uno de los cantones más industrializados y violentos de El Salvador: Lourdes, en Colón. Dos tipos vestidos como payasos abordan la unidad y disparan contra el pasajero Luis Enrique Ramírez. Él muere, al igual que otros once salvadoreños que son asesinados a diario.
Los del gremio de la risa -los que de verdad se suben a cantar, a contar chistes- decidieron manifestarse por una de las principales calles de la capital. Ahí iba Chimbombín, y Toky Toky, y otro centenar de rostros pintados que entre risas, aplausos y música decidieron ponerse cosa seria contra eso de la violencia y pidieron que no se les califique como delincuentes.