Tuesday, November 04, 2008

El magnate que evadió la cárcel

MARIO ORELLANA, EX GERENTE DE LA AUTÓNOMA DE AGUAS, RECIBIÓ TANTOS SOBORNOS QUE PERDIÓ LA CUENTA. LAS HUELLAS DE SU DINERO SUCIO ESTÁN PLASMADAS EN DOCUMENTOS DE TRANSFERENCIAS INTERNACIONALES, COMPRA DE INMUEBLES Y EMPRESAS, EN EL SALVADOR Y PANAMÁ.

Tiene 48 años. A este hombre alto y fornido que creció en Santa Rosa de Lima no le gusta el destello de las cámaras fotográficas: “Señoría, me molestan los ojos”, se quejó ante la jueza Nora Montoya cuando un grupo de periodistas lo retrató, el pasado 14 de mayo, minutos antes de confesar la manipulación de las licitaciones en ANDA.
Dice una partida de nacimiento inscrita en el registro de Santa Rosa de Lima que ese economista que ocupó el cargo de gerente general se llama José Mario Orellana Andrade. Aunque las voces de corrupción eran la sombra a su gestión -entre 1995 y 2002-, el funcionario supo ocultar el origen ilícito de 16 propiedades y 12 millones 78 mil 286 dólares en cuentas bancarias de El Salvador y Panamá.
Nadie sabía de su riqueza. Ni él mismo. Seis años después del millonario fraude en la planta Río Lempa II, reconoce que recibió tantos cheques que perdió la cuenta de los sobornos. En su aritmética de la corrupción resulta que el empresario español Joaquín Alviz le debe dinero. “No me terminó de pagar por una sencilla razón: el ingeniero Perla hizo otro negocio y se dio la confusión. Alviz me decía: ‘Te estoy pagando lo del reservorio, te estoy pagando lo de Río Lempa’... En eso nos fuimos de la institución y me quedó debiendo”.
Los contratos Río Lempa II y Reservorio de Nejapa fueron adjudicadas a un consorcio español a cambio del 10 por ciento de su costo, 3 millones 372 mil 634 dólares, para los bolsillos de la administración que dirigió Carlos Perla, condenado a 15 años de cárcel.
Orellana escondió su dinero en tres empresas salvadoreñas: Lotes y Casas, Futuras Inversiones e IMJ. Luego, con la complicidad de su tío José de la Cruz Andrade y su hijo Ismael de Jesús Orellana Rivera, abrió y traspasó los fondos a 11 cuentas personales y de sociedades en el Banco del Istmo, Panamá.
A su salida de ANDA, el 15 de junio de 2002, varios millones de dólares esperaban al ex funcionario: soñaba con comprar acciones de empresas, soñaba con dedicarse al negocio de los inmuebles. Un día de julio le dijo al propietario de SETERS, empresa que pagó sobornos para ganar obras en la autónoma, que quería ser accionista. Entregó dinero para comprar maquinaria y eso le concedía el derecho sobre el 20 por ciento de la empresa, pero su inversión nunca se plasmó en el Registro de Comercio.
En Panamá también compró acciones de las sociedades Frankfort Enterprises, Ishwar Development, Corporación La Sabana, entre otras. “El propósito era encubrir el dinero, comprar inmuebles y construir viviendas. No tuve esa oportunidad”, se lamenta ahora mientras su destino pende de un hilo en manos del sistema judicial.
Ha tenido más éxito como corrupto que como testigo. De cuatro declaraciones rendidas, los jueces han dicho que su testimonio es "ineficaz". La justicia ha ordenado procesarlo, pero la Fiscalía desobedeció la orden. Mientras tanto, el otrora hombre fuerte de ANDA está bajo tratamiento psicológico por el trauma del arresto... arresto domiciliar.

Monday, November 03, 2008

Luces y sombras de "Erick boy"

DICE QUE ABRIÓ LOS OJOS CUANDO CUMPLIÓ 30 AÑOS DE EDAD. ANTES, LOS TENÍA CEGADOS POR EL CONSUMO DE LA HEROÍNA. ES JOSÉ HERIBERTO HENRÍQUEZ, EL EX MILITAR Y EX PANDILLERO QUE NO CONVENCIÓ NI A FISCALES NI JUECES DE SU PROCESO DE REHABILITACIÓN.

Le gusta el vodka con soda y unas gotas de limón. Lo confiesa con esa mirada fuerte, el ceño fruncido y el hablado peculiar de un pandillero formado en las calles de Los Ángeles, en Estados Unidos. Sus manos tienen cicatrices, unas rayas negras como huellas de las agujas con las que se inyectaba heroína y otra marca redonda en uno de sus codos, justo donde impactó una bala luego de sobrevivir a un tiroteo en la colonia Popotlán, Apopa.
Sin parar de hablar se levanta del escritorio de Hommies Unidos, organización no gubernamental que trabaja en la rehabilitación de pandilleros, y toma de un armario el diploma de reconocimiento que le otorgó una universidad española. Ahí se lee su nombre: José Heriberto Henríquez.
Capturado y liberado. Al mediodía del 26 de mayo de 2006, el Juzgado Quinto de Instrucción se encargó que su nombre volviera a la agenda de los medios de comunicación. A petición de la Fiscalía fue recapturado por homicidio. El expediente judicial dice que a la salida de un club nocturno, Henríquez le disparó a otro pandillero: José Luis Córtez Guerrero.
Pero dos días antes de su captura -un miércoles lluvioso de mayo-, el recapturado y ahora condenado por homicidio rechazaba cualquier responsabilidad en el crimen. “Si hubiera cometido el delito, vos crees que lo hubiera hecho ahí (el club nocturno está ubicado frente a la Fiscalía, sobre la 49.ª avenida sur de San Salvador). Es algoilógico, man... si cometo un delito, ¿cómo me voy a quedar acá teniendotodalaexperiencia de haber vivido 16 años en Los Ángeles? Sí yo anduviera en la jugada no me dejaría agarrar, que me sigan, que les cueste.”
A la Policía no le costó recapturarlo. Lo encontró y esposó en las oficinas de Hommies Unidos, cerca del estadio Mágico González. Pantalón verde y camisa a cuadros del mismo color, Henríquez, mirada pérdida, se acomodó las esposas y caminó junto a investigadores que cubrían sus rostros con gorros navarones. Fue llevado a la cárcel y la fiscal Guadalupe de Chavarría asegura que hay suficientes pruebas para respaldar esa medida: dos testigos protegidos lo ubican en el lugar del crimen.
Los testigos describen un vehículo, un Nissan rojo, que después del homicidio fue pintado de azul -según las autoridades- para que no le pudieran seguir la pista. La fiscal De Chavarría le suma los antecedentes policiales para afirmar que Henríquez tenía una vida de día y otra de noche. Por el día trabajaba en la rehabilitación de pandilleros, pero por la noche la Policía lo sorprendió transportando heridos y participando en balaceras.
Sus amistades también son motivos de sospechas. En la barra show, el día del crimen, departía con Carlos Alberto Rivas Barahona, supuesto líder de una red de extorsionistas y quien también es procesado por homicidio. Las autoridades tienen entre ceja y ceja el antecedente de las extorsiones y sospechan que con dinero sucio obtuvo tres tarjetas de crédito internacional, tres vehículos y dos propiedades.
Henríquez reduce esas acusaciones a una palabra: mentiras. Para desacreditar sus ingresos onerosos saca de su cartera negra un taco del Seguro Social donde se consigna su salario mensual: $400. “Mi carrome lorobaron, entonces yo compré un Nissan 1998. Me lo vendieron bien barato, me lo vendieron en $1 mil 500 gracias a una persona que yo conocí en esto de la sensibilización y larehabilitación. Solo Dios sabe que no hay un mal que por bien no venga. Yo tengo una casa, pero mirá, yo la tengo con el Fondo. Está bien que investiguen, porque van a saber que soy una persona de trabajo.”
Sobre su presunta participación en el tiroteo, la reconce, pero con otra explicación. Un día de agosto de 2005 visitó el penal de Chalatenango para impulsar talleres y a la salida del recinto dos personas le pidieron aventón. “A la alturade Popotlán, apenas a dejar a la muchacha iba porque
ella venía de Valle Verde, me comenzaron a llover los balazos... Mirá, si yo por la misericordia de
Dios estoy con vida y los muchachos también.”
Después de la interrupción de una llamada telefónica confiesa que también estuvo preso por ayudar a Carlos Mojica Lechuga, supuesto líder de una pandilla y condenado a cinco años por tenencia ilegal de armas. La historia, según Henríquez, es así: “Nos pidió que por favor le pidiéramos su carta de libertad y se la lleváramos hasta (el penal) Gotera, porque no le permitían contactarse conDerechos Humanos y nos pidió el favor. Hey... es un favor que se le puede hacer a cualquier persona. Estamos para ayudar.”
Ese día de la entrevista, unas horas antes de su recaptura, Henríquez mostró a algunos de sus compañeros en proceso de rehabilitación los carnés para un proyecto de panadería y bromeaba sobre la posibilidad de ser encarcelado: “Solo falta laminarlos (los carnés). Nos vemos en la tarde y si no, vamos a seguir con el proyecto en la cárcel”.
Y esbozó una leve sonrisa. Una sonrisa que dice no disfrutó en la adolescencia porque, a los 14 años, fue reclutado forzadamente por el Ejército.Y para respaldar suspalabras, abre las páginas de su agenda y saca una fotografía en la que está retratado en cuclillas con un fusil en su mano, vestido con uniforme verde y una boina negra. Dice que ahí sus compañeros le enseñaron a guardar la marihuana en las culatas del fusil M16 largo, donde estaba el botiquín de limpieza del arma. Ahí comenzó su travesía por elmundo de la droga, situación que se agravó cuando emigró hacia los Estados Unidos, donde fue procesado por robos y posesión de heroína. “Abrí los ojos a los 30 años”, dice este hombre que nació en septiembre de 1967 y que estuvo ingresado en un centro de rehabilitación -en el plan modelo de Tijuana, México- allá por 1997.
Ya de regreso en su país, tras su paso por la ong de rehabilitación de pandilleros y tras recorrer un proceso judicial que culminó en febrero de 2007, fue declarado culpable de homicidio. Casi a las seis de la tarde, unos minutos antes de escuchar el veredicto del Tribunal Quinto de Sentencia, un periodista francés les tomó una fotografía. Él sonreía y defendía su inocencia, pero la afirmación de uno de los tres jueces cambió su semblante. “La versión presentada por la Fiscalía es robusta”. 16 años de cárcel, Henríquez y otro procesado quedaron cabizbajos...