DICE QUE ABRIÓ LOS OJOS CUANDO CUMPLIÓ 30 AÑOS DE EDAD. ANTES, LOS TENÍA CEGADOS POR EL CONSUMO DE LA HEROÍNA. ES JOSÉ HERIBERTO HENRÍQUEZ, EL EX MILITAR Y EX PANDILLERO QUE NO CONVENCIÓ NI A FISCALES NI JUECES DE SU PROCESO DE REHABILITACIÓN.
Le gusta el vodka con soda y unas gotas de limón. Lo confiesa con esa mirada fuerte, el ceño fruncido y el hablado peculiar de un pandillero formado en las calles de Los Ángeles, en Estados Unidos. Sus manos tienen cicatrices, unas rayas negras como huellas de las agujas con las que se inyectaba heroína y otra marca redonda en uno de sus codos, justo donde impactó una bala luego de sobrevivir a un tiroteo en la colonia Popotlán, Apopa.
Sin parar de hablar se levanta del escritorio de Hommies Unidos, organización no gubernamental que trabaja en la rehabilitación de pandilleros, y toma de un armario el diploma de reconocimiento que le otorgó una universidad española. Ahí se lee su nombre: José Heriberto Henríquez.
Capturado y liberado. Al mediodía del 26 de mayo de 2006, el Juzgado Quinto de Instrucción se encargó que su nombre volviera a la agenda de los medios de comunicación. A petición de la Fiscalía fue recapturado por homicidio. El expediente judicial dice que a la salida de un club nocturno, Henríquez le disparó a otro pandillero: José Luis Córtez Guerrero.
Pero dos días antes de su captura -un miércoles lluvioso de mayo-, el recapturado y ahora condenado por homicidio rechazaba cualquier responsabilidad en el crimen. “Si hubiera cometido el delito, vos crees que lo hubiera hecho ahí (el club nocturno está ubicado frente a la Fiscalía, sobre la 49.ª avenida sur de San Salvador). Es algoilógico, man... si cometo un delito, ¿cómo me voy a quedar acá teniendotodalaexperiencia de haber vivido 16 años en Los Ángeles? Sí yo anduviera en la jugada no me dejaría agarrar, que me sigan, que les cueste.”
A la Policía no le costó recapturarlo. Lo encontró y esposó en las oficinas de Hommies Unidos, cerca del estadio Mágico González. Pantalón verde y camisa a cuadros del mismo color, Henríquez, mirada pérdida, se acomodó las esposas y caminó junto a investigadores que cubrían sus rostros con gorros navarones. Fue llevado a la cárcel y la fiscal Guadalupe de Chavarría asegura que hay suficientes pruebas para respaldar esa medida: dos testigos protegidos lo ubican en el lugar del crimen.
Los testigos describen un vehículo, un Nissan rojo, que después del homicidio fue pintado de azul -según las autoridades- para que no le pudieran seguir la pista. La fiscal De Chavarría le suma los antecedentes policiales para afirmar que Henríquez tenía una vida de día y otra de noche. Por el día trabajaba en la rehabilitación de pandilleros, pero por la noche la Policía lo sorprendió transportando heridos y participando en balaceras.
Sus amistades también son motivos de sospechas. En la barra show, el día del crimen, departía con Carlos Alberto Rivas Barahona, supuesto líder de una red de extorsionistas y quien también es procesado por homicidio. Las autoridades tienen entre ceja y ceja el antecedente de las extorsiones y sospechan que con dinero sucio obtuvo tres tarjetas de crédito internacional, tres vehículos y dos propiedades.
Henríquez reduce esas acusaciones a una palabra: mentiras. Para desacreditar sus ingresos onerosos saca de su cartera negra un taco del Seguro Social donde se consigna su salario mensual: $400. “Mi carrome lorobaron, entonces yo compré un Nissan 1998. Me lo vendieron bien barato, me lo vendieron en $1 mil 500 gracias a una persona que yo conocí en esto de la sensibilización y larehabilitación. Solo Dios sabe que no hay un mal que por bien no venga. Yo tengo una casa, pero mirá, yo la tengo con el Fondo. Está bien que investiguen, porque van a saber que soy una persona de trabajo.”
Sobre su presunta participación en el tiroteo, la reconce, pero con otra explicación. Un día de agosto de 2005 visitó el penal de Chalatenango para impulsar talleres y a la salida del recinto dos personas le pidieron aventón. “A la alturade Popotlán, apenas a dejar a la muchacha iba porque
ella venía de Valle Verde, me comenzaron a llover los balazos... Mirá, si yo por la misericordia de
Dios estoy con vida y los muchachos también.”
Después de la interrupción de una llamada telefónica confiesa que también estuvo preso por ayudar a Carlos Mojica Lechuga, supuesto líder de una pandilla y condenado a cinco años por tenencia ilegal de armas. La historia, según Henríquez, es así: “Nos pidió que por favor le pidiéramos su carta de libertad y se la lleváramos hasta (el penal) Gotera, porque no le permitían contactarse conDerechos Humanos y nos pidió el favor. Hey... es un favor que se le puede hacer a cualquier persona. Estamos para ayudar.”
Ese día de la entrevista, unas horas antes de su recaptura, Henríquez mostró a algunos de sus compañeros en proceso de rehabilitación los carnés para un proyecto de panadería y bromeaba sobre la posibilidad de ser encarcelado: “Solo falta laminarlos (los carnés). Nos vemos en la tarde y si no, vamos a seguir con el proyecto en la cárcel”.
Y esbozó una leve sonrisa. Una sonrisa que dice no disfrutó en la adolescencia porque, a los 14 años, fue reclutado forzadamente por el Ejército.Y para respaldar suspalabras, abre las páginas de su agenda y saca una fotografía en la que está retratado en cuclillas con un fusil en su mano, vestido con uniforme verde y una boina negra. Dice que ahí sus compañeros le enseñaron a guardar la marihuana en las culatas del fusil M16 largo, donde estaba el botiquín de limpieza del arma. Ahí comenzó su travesía por elmundo de la droga, situación que se agravó cuando emigró hacia los Estados Unidos, donde fue procesado por robos y posesión de heroína. “Abrí los ojos a los 30 años”, dice este hombre que nació en septiembre de 1967 y que estuvo ingresado en un centro de rehabilitación -en el plan modelo de Tijuana, México- allá por 1997.
Ya de regreso en su país, tras su paso por la ong de rehabilitación de pandilleros y tras recorrer un proceso judicial que culminó en febrero de 2007, fue declarado culpable de homicidio. Casi a las seis de la tarde, unos minutos antes de escuchar el veredicto del Tribunal Quinto de Sentencia, un periodista francés les tomó una fotografía. Él sonreía y defendía su inocencia, pero la afirmación de uno de los tres jueces cambió su semblante. “La versión presentada por la Fiscalía es robusta”. 16 años de cárcel, Henríquez y otro procesado quedaron cabizbajos...